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II. Arraigados y edificados en Cristo.

"Arraigado" evoca al árbol y las raíces que lo alimentan; "edificado" se refiere a la construcción, hay que señalar que desde el punto de vista gramátical, el texto está en pasivo, quiere decir, que es Cristo mismo quien toma la iniciativa de arraigar y edificar, hacer firmes a los creyentes.

¿Cuáles son nuestras raíces? Naturalmente, nuestros padres, nuestra familia y cultura son un componente importante de nuestra identidad, sin embargo, la Biblia nos muestra otra más: "Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza: será un árbol plantado junto al agua que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde, en año de sequía no se inquieta, no deja de dar frutos" (Jer 17, 7-8). Entonces, echar raíces significa volver a poner nuestra confianza en Dios, de Él viene nuestra vida, por ello la fe cristiana no es sólo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo. El encuentro con Él proporciona un dinamismo nuevo a toda la existencia, Cristo nos revela su identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud. Todos llegamos a un punto en el que nos preguntamos: ¿Qué sentido tiene mi vida, qué rumbo debo darle?. Esto a veces nos turba el ánimo, pero escuchándo a Jesús, llegamos a ser nosotros mismos. No cuenta la realización de nuestros propios deseos, sino Su voluntad. Así, la vida se vuelve auténtica, a pesar de que esta decisión traiga también sufrimiento, soltar nuestros deseos y poner nuestra confianza en el Señor.

"El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra, se parece a uno que edificaba una casa, cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca, vino una crecica, arremetió contra el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construída" (Lc 6, 47-48).


Construyamos nuestra casa sobre roca,
como el hombre que "cavo y ahondó", intentemos nosotros también de acoger cada día la Palabra de Cristo. Escuchemosle como al verdadero Amigo, con Él a nuestro lado seremos capaces de afrontar con valentía y esperanza las dificultades, las desilusiones y los fracasos. Sólo la Palabra de Dios nos muestra la auténtica senda, sólo la fe que nos ha sido transmitida es la luz que ilumina el camino.
Finalmente, apoyemonos en la fe nuestros seres queridos, en la fe de la Iglesia, y agradezcamos al Señor el haberla recibido y haberla hecho nuestra.