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LA GRACIA.

"Gracia" es lo mismo que "regalo". Y es el don que Dios nos hace al comunicarnos su propia vida y que nos convierte en una nueva criatura, en una nueva creación, porque nos transforma totalmente en Dios. Al darnos el Espíritu Santo no solamente nos da algo, sino Alguién. El Esíritu Santo es una Persona, que es don y es dador . Y lo que nos da, es al mismo tiempo, Dios, y, con Él, la vida de Dios, que nos hace partícipes de la naturaleza divina (2Pedro 1,4).

La Gracia nos convierte en criaturas radicalmente trasformadas ya que pensamos, amamos y vivimos como el mismo Dios. Cuando queremos detallar la maravilla de la Gracia, especificamos sus efetos sorprendetes, y decimos que nos hace hijos de Dios; hermanos de Jesucristo y miembros suyos; templos vivos del Espíritu Santo; amigos de Dios; herederos del Cielo, porque en el Bautismo, al dársenos la Gracia, se nos da también la "cédula" (Filipenses 3, 20) que nos acredita ciudadanos del Reino de los Cielos.

Al convertirnos en un nuevo ser, la Gracia -Dios que vive en nosotros- trabaja sin cesar, se desarrolla continuamente haciéndonos crecer en la vida de Dios "hasta que seamos hombres perfectos, hasta que alcancemos en plenitud, la talla de Cristo" ( Efesios 4,13).

Por eso, el Espíritu Santo nos inspira la oración, nos da en cada instante la luz para conocer la voluntad de Dios, nos insinúa, nos ruega, nos pide y sobre todo nos da la fuerza para cumplir todo eso que quiere de nosotros, a fin de evitar el pecado y hacernos crecer en la vida divina. Aunque, eso sí, el Espíritu Santo nunca nos fuerza, nos deja libres, ya que sin libertad no habría amor.
Y lo que Dios quiere de nosotros es amor de hijos, no temor de esclavos. A esta acción del Espíritu Santo en nosotros la llamamos Gracia actual, porque nos ilumina, nos impulsa, nos ayuda y nos acompaña en cada acto y en cada momento de nuestra vida cristiana.