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¿PODEMOS ROGAR POR LOS DIFUNTOS?

En fuerza de la Comunión de los Santos, nosotros ofrecemos oraciones y sacrificios por los difuntos para acelerar su purificación, y ellos, agradecidos, ruegan también por nosotros. Ofrecemos por ellos, sobre todo, la Santa Misa, el mismo sacrificio de Jesucristo en el Calvario, que les aplica sus méritos infinitos.

Al hablar del Purgatorio, debemos mencionar las indulgencias. Indulgencia es el perdón o indulto que la Iglesia nos conce
de por recitar algunas oraciones o practicar ciertas obras buenas y con la cual pagamos a Dios la deduda que habríamos de satisfacer en el Purgatorio.


Un gran catequista, el P. Luis Ribera, explicaba esto de las indulgencias con esta comparación:

A. Un hombre fue condenado a muerte por un delito cometido.
B. Pidió clemencia y le fue concedida.
C. En cambio, le impusieron una pena de algunos días de carcel.
D. E incluso esta pena le fue también perdonada por un trabajo insignificante de pocas horas.
Sigue la aplicación.

A. Quien ha cometido pecado mortal, merece la pena del infierno, la muerte eterna.
B. Se arrepiente, confiesa su culpa y queda perdonado.
C. En cambio, ha de pagar algo a la Justicia Divina, en este mundo o en el otro.
D. Pero también esta pena se le perdona con sus buenas obras, oraciones e indulgencias.

Las indulgencias las ganamos para nosotros mismos, pero, por la Comunión de los Santos, las podemos aplicar a las almas de los difuntos, y así les ayudamos para su pronta purificación. Ese tesoro de la Iglesia nunca se agotará, porque cuenta con los méritos infinitos de Jesucristo. La Iglesia tiene señaladas las oraciones y prácticas a las que ha concedido indulgencias (CEC 1471-1473).