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FE Y VIDA.

El pecado y la Vida Eterna están íntimamente unidos. El pecado es lo único que nos puede privar de la felicidad eterna al llevarnos a una condenación irremediable. De aquí, que no hay que temer a Dios, Padre Bueno que nos quiere salvar, sino a nosotros mismos que nos podemos alejar voluntariamente de Dios y perdernos.

El pecado en nosotros NO es una hipótesis, algo posible, sino una tesis, es decir, un hecho cierto. Todos somos pecadores, sin embargo, Dios, que es más grande que nuestro pecado, lo perdona, lo aniquila, lo olvida.

De aquí que el amor del cristiano, por pecador que haya sido antes, no vive del temor, aunque pueda tener mucho dolor por haber ofendido a Dios tan bueno. Tiene temor de sí mismo por que puede volver al pecado. Pero no lo tiene de Dios que olvida la culpa para siempre, y el arrepentimiento se ha convertido para el pecador en causa de mucho más amor.

Una bonita anécdota de un alma mística nos ilustra este hecho del perdón. Estaba escribiendo sobre la mesa, cuando de un codazo tira la estampa de Jesús que tenía como señal. La recoge del suelo y, como la cosa natural que hacemos todos, le da un beso al papel. Oye inmediatamente la palabra del Señor: "¿Me hubieras dado este beso si no me hubiera caído al suelo? ...Esto ocurre con el pecado y el arrepentimiento. Si me caigo de un corazón, que me pierde, pero recobra la gracia y después me dice por eso que me ama, y me lo dice muchas veces, todos esos actos de amor son fruto del pecado perdonado".



Maritain, una de las mentes filosóficas católicas más brillantes del siglo veinte, ante la crisis de fe que hemos sufrido en años pasado, dijo que un sacerdote necesita hoy de valentía para hablar de la Vida Eterna. Corremos el peligro de que nuestra predicación se diluya en palabras bonitas "que deleitan los oídos" en expresión de San Pablo (2Timoteo 4,3). Hoy hemos de volver a la seriedad de la vida crstiana, que, si no se sustenan en un más allá eterno, carece por completo de sentido. Dios no es ligero ni voluble en sus decretos y enseñanzas, como tampoco lo puede ser la Iglesia,depositaria de la verdad de Dios.
San Pablo nos previene: "No se engañen; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará: el que siembre para su carne, la carne cosechará corrupción;el que siempre para el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna" (Gálatas 6,7-8)
La vida es esperanza e ilusión cuando uno sabe que se encamina hacia esos bienes imperecederos, que le hacían suspirar a un San Agustín: "¡Oh bienes del Señor, dulces, inmortales, incomparables, eternos, inmutables! ¿Y cuándo os veré, oh bienes de mi Señor?"...